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Mostrando entradas de 2016

Huir del secreto

“La quietud es mi nueva personalidad”; derramada en el césped, en la claridad siento llover aroma a bosque, dentro mío mientras las hojas barnizadas de río goteando sobre mi cabello, caen. Susurran un secreto, pues un secreto traen y todo el resto es nada entre la arboleda cuando esto que no quería saber, queda; y huye mi alma a través del bosque abandonando mi cuerpo inerte que sólo podrá contemplar lo que ella toque en su errado y temeroso camino, sin final, ni pausa, ni destino. 

Expectativas

Floreció su importancia en tu pecho un sentimiento, y en medio del helecho en que se perdía tu bondad limpió el aire con su férvida autoridad justo antes de que esperaras inocentemente que te correspondiera en cuerpo y mente. Cuando alguien ama y contempla de una flor lo más simple no debería esperar que lo ame y lo contemple.

Algo así como un logro personal

          Al día siguiente, un ruiseñor apareció en su ventana, a los pies de su cama. Siempre adoró las aves. Aún estaba acostada. Abrió los ojos por primera vez en el día y lo vio allí, dando saltitos. Lentamente, deslizó las sábanas que la cubrían hacia un costado y, en silencio, como un depredador, se acercó a la ventana para abrirla sin asustarlo. Seguía ahí. Estaba arrastrándose ridículamente. Levantó el brazo sin mirar, su mano alcanzaba el costado del marco de la ventana y la abría cautelosamente. Entonces se alejó por lo bajo, ya sobre el suelo como flotando, observando cómo el ave miraba primero a su alrededor y entraba a su habitación alarmantemente. Dio un paseo fugaz casi rozando el techo, sobresaltado y grácil, y desapareció por donde llegó, volando con la belleza natural del pájaro. Fue algo así como un logro personal.

Por viajar en el tiempo y sostenerte, desespero

Por viajar en el tiempo  y sostenerte, desespero brillo de los ojos de tu madre, recién nacido, y durante esa primera sonrisa, primer llanto duradero, primer esbozo de palabra que ha salido de tus labios, invisible, quiero verte. Introducirme al niño que se divierte, que lleno de dicha, curioso, solía habitarte y que, aprendiendo a vestirse solo, a cantar una canción, a escribir su nombre o hacer de garabatos un arte te enseñó que con esmero no tenés limitación; y preguntarle con respeto y admiración, cuál es su juego favorito. Quiero sentirme pequeña, como una mariposa reír junto a su risa, gritar junto a su grito, respirar el perfume de su inocencia siempre anhelando con el último suspiro de mi alma, fervorosa que me quiera con vehemencia. Por viajar en el tiempo y sostenerte, desespero, porque encuentres contención en las alas de mis manos, de tu llanto hacer la fuente más bella, y de lo más sincero de tus ojos de agua, fascinarme. Po...

Un sueño hecho realidad

        El automóvil cada uno o dos minutos da un salto debido a las calles pedregosas que forman el mapa del pueblo, y la risa de Lina se intensifica cada vez; entonces, los cinco pasajeros se despegan del asiento tan sólo un poco y al mismo tiempo. La brisa va jugando con el pelo de ella, la mujercita sentada detrás, junto a dos muchachos; y hace globos con formas graciosas al abultar sus camisetas.         Mientras esto sucede, la misma joven duerme plácidamente en un sofá floreado, con una mano sosteniendo su rostro y la otra sutilmente tomando la almohada. La gente va llegando para rodear su silencio, su burbuja airosa de ideas creativas que suben de a multitudes a su mente como a un tren, con artilugios en su equipaje, para bajar del sueño luego de concretado su papel ¿Quién diría que alguien fuera capaz de dormir con semejante despliegue? Al fin y al cabo, se trata del escenario de un teatro, donde actores y personal traen...

Abrir un cofre y una lata

           Si el techo hubiera decidido derrumbarse, seguramente los libros de Julio y Andrea los hubieran protegido a ambos, pues parecían reforzar las paredes a lo largo de todo su recorrido alrededor del living -o los hubieran aplastado. Algunos de portadas serias y otros de títulos intrigantes, unos técnicos y otros puramente literarios daban color a la sala, además de cierta calidez. Ella había contemplado más de una vez la idea de ordenarlos por su color en lugar de autores, para que fueran formando una gama de tonos oscuros y claros a medida que se avanzaba hacia la cocina. Enseguida descartaba la idea, por el trabajo que les llevaría encontrar alguno específico que estuvieran buscando y porque no tenía la mínima intención de desempolvar el sector más alto de la biblioteca.             El viento golpeaba agresivamente los cristales y caracoles que pendían de los colgantes que ella había hecho ...

Le dije

Que en las palmas me tiene andando   o escondiéndome en el bolsillo como una pieza de contrabando, un diminuto grillo; que gracias por cambiarme de mano pero que no quiero recorrerlas más mientras siga deteniéndose en vano para sonreír a los demás. Y que en las líneas de sus palmas, sembraré semillas que se hagan ramas, ascenderé por ellas a su boca y allí esperaré a que me diga que se equivoca, que en lugar de tenerme como a un tesoro quiere adorarme como yo lo adoro.

Eterna risa

Oculta entre las flores escondió su rostro en las palmas y se echó a reír. En aquel sonido se inspirarían todos los pintores que trazan carcajadas, sin poderlo reproducir. Inmaculado el paisaje que supo contenerla en la alegría sempiterna con aroma a jazmín, y el calor que se posó en su piel para absorberla en un momento que no tuvo fin.

Quien me vio, me repudia

Es óxido ya, la delicia extinta de la intención de mi rostro, que torna la vista para no mirarse; de mi interior obsoleto es la amarga aspereza nacida de la perenne sombra mía que al deleitarse me envuelve siempre y me suspende con destreza. Cuando inadvertida, es fiel y confortante, pues, como la noche, se permite cierto brillo, mas quien me vio es pleno día, un diamante y claro entendió que en mi oscuridad me humillo cuando, al inflar el pecho con el aire de mi alma, la conoció, y ahora me repudia en calma.

Contraria II

Me tiemblan las rodillas si te cruzo Y si no te cruzo quiero cruzarte Cuando te cruzo me oculta el silencio Y cuando no te cruzo quiero hablarte Pretedo indiferencia cuando hablamos Y si no hablamos no te olvido No quiero que sepas que te quiero Pero que me lo digas es lo que te pido. Me hacés reír con todo mi cuerpo Y cuando vos estás no me quiero reír Pero si no estás cuando me estoy riendo A donde vos estés quiero ir. Son sentimientos encontrados, Como el primer amor adolescente Ni encontrados ni perdidos Pero mejor alejados de la mente.

Pensamientos en un tren

Me subí al tren, ya me iba.  Apareció esta música que me incentiva. No quiero oír más la armónica,  la guitarra, la percusión. No quiero escuchar nunca más esta canción. Quiero tener mi tiempo sin tiempo a la confusión.

Labios serios

Por el recuerdo, sonreí, en un beso y con los ojos en otro lado, la boca cerrada y guardadas las palabras, pues el resplandor en las miradas de las personas me es ahora arbitrario, y suelo pisar fuerte durante la noche, mientras duermen mis pies. Huelo un rosal en la mano que recuerdo, tibia y transparente como el agua de la fuente que me invitó a evocarla ¿Se considera sonrisa aquella oculta tras los labios serios?

La llave

¿Cuándo comencé a ser la llave brillante y fría de una puerta que no cierra maciza, no abre porque quedó entornada para el que espía sigiloso para quien se hartó de intentar a hachazos o a patadas, moverla? ¿Cuándo, a ser la llave que, por inmensa, no puedo guardar que, por pesada, no puedo cargar que, abnegada a la quietud dejé bajo la alfombra?

En los iris de ese bosque

No vi de los iris de este bosque, el color noté en ellos que al silencio que lo reina le gusta sonreír que lo dorado que sabe decir de sí es otoño de lento caminar que el aliento que quita, lo devuelve más fresco noté los agapantos, que no vi ese ciervo que no pudieron ver las palabras que le son esquivas las ideas ciegas que se le desprenden presurosas las personas que los observaron unas horas más y en su espesura, su frondaje, me perdí y me hallé.

Mi capricho

Quiero verlo a él, mi capricho nadar en mi taza de chocolate sin que de mí se percate durante una tímida mañana que se esconda entre la lluvia. Quiero sostener en mis manos a él verlo deleitarse en mi dulzura con sus sentidos diciendo que sí y que esa única hora no se quede dormido.

La conocí en el aire

La lluvia que blanca se suspende, estrellitas frías que alcanzo en el aire, y se desarman a mi tacto me besaron los labios y lo noté. Brillante momento de hielo que no se hará vapor en mi olvido ¿Dónde está el suelo? y ¿Hasta dónde llegan mis manos?

Las cimas

El sueño cubre las cimas de las montañas las hace invisibles, las duerme, me pregunto si mis mañanas en las cimas de sus edificios, al verme contendrán, como marañas la misma niebla con sus usuales mañas o un tono de gris que tiembla que cambia y me invita a irme.

El monstruo

Le trae rosas, el monstruo que le agrada, que perturba y huele delicioso y dulcemente envilece lo precioso y sagrado de la caricia dorada. Se asegura de que quede intacta su lágrima del tamaño de una estrella aún en el borde del ojo, para ver cómo ella se compadece y se retracta. Cruzando las garras sobre el pecho donde su corazón inmenso desespera, promete encontrar la manera de tornar ameno lo que infausto ha hecho.

Últimamente, duermo

Últimamente, duermo para subir cientos de escaleras de mármol que me llevan a esta cúpula del cielo acristalada a cuyos pies el vuelo rasante de las golondrinas anuncian el inmediato diluvio que la rodea. Últimamente, duermo para que el esfuerzo de la subida me quite el aliento y me lo devuelva en la cima gris, que me encuentra seráfica y taciturna escapada, como las golondrinas, del invierno ajena y lluviosa ante alguna borrosa primavera. Últimamente, duermo cuando lo hostil no me alcanza y no alcanzo a quererlo, y me es exiguo el suelo y anhelo la altura, escondo mis pupilas y encuentro mi refugio de plata en la nublada cúpula que ampara mi sueño.

Dos frutos del cielo

Como mora silvestre y endrina nacidas de un manzano como la humildad que calla tras el espejo de la altiva transformaron mis fases en mi alimento más sano y de las fases del cielo me hicieron cautiva. Hipnotismo sincero por la lunación, en sus miradas como un malabarista que sin fijar los ojos en ningún lado maniobra su corazón, su mente, su intuición y sus lanzadas, son ellas frutos de la quietud, bendición de todo ser exasperado. Si me fuera posible sostener sus palabras en mis manos y sus resplandecientes intenciones de estrellas terrestres en medio de un blanco y devoto delirio, con ellas no haría menos que construirles una escalera a la luna a mis dos frutos silvestres. Quien desconoce que el eclipse no es silencioso no ha oído sus voces frente a mi aflicción o alegría dulces en melodía, dos instrumentos en un sonido afectuoso como interponiéndose y mezclándose por no verme sombría. Como tres puntos nos ven hacia ningún lado gravitando aj...

Corazón al galope

Siendo salvaje y manso caballo se piensa caballero su corazón galopante, sincero late todo lo que sin él no hallo. Las aguas de Tigre contienen sus ojos sonrientes, de tierra que ponen un manto sobre la guerra protegiendo todo lo que a su lado peligre. Reflejando su fuerza y la de su voluntad pletórico de vida es su movimiento y, cuidadoso de cada pensamiento, da y clama todo con tierna seriedad.

Dos amapolas en una botella

Dos amapolas color fuego dentro de una botella de cerveza vacía sobre la mesa del comedor son todo cuanto lo separa de mí. Todo eso que hace de él un cedro confundido en medio del Bosque de Arrayanes me tomó de la mano, y ahora todo cuanto lo separa de mí sentados en las sillas del comedor son dos amapolas color fuego dentro de una vieja botella de vidrio.

Los ojos ciegos y las mentiras

Los ojos de Berta no solían ser ojos perdidos, blancos. Tanta mentira la dejó ciega, pues hay una cantidad de mentiras que el cuerpo puede soportar hasta que se te caen las orejas, se te pone rancio el corazón o quedás ciego como Berta. Su tía Rosa le dijo que conoció a un vecino que nunca pudo dejar de hablar, ahora habla sin pausas… para evitar tanta mentira será. La mentira te enferma. Los médicos de Berta nos aseguraron que había quedado con los vidrios empañados por la angustia que le causaba ver a alguien mentirle a los ojos. Ahora está sentada en el banquito de una plaza, el frío se convierte en escalofríos cuando se acerca una brisita de éstas de invierno, y ella sacude un poco los hombros. Le aconsejaron muchas veces que estuviera en la casa, a esa edad tomar frío no es recomendable; no recuerdo cuántos años tiene Bertita, pero serán ya unos setenta. No es vieja, no, y las arruguitas la hacen lucir aún más bella que cuando andaba por sus treinta; pero lo más lindo que la ...

Ese día hizo frío

Ese día hizo frío hubo nieve hubo viento salió humo de su aliento pues los miró con aspereza y con toda ligereza les congeló las expresiones.

Nuestras rarezas

Como ballenas que de un salto cayendo desde lo alto, perturban el mar en una ola ficticia fue y no fue esta caricia como aquellas imponentes, de los labios de nuestros años confidentes. Me había preguntado qué si un día nublado camináramos enredando las manos, sólo por la dicha de sentirnos cercanos refugiarnos los dedos en nuestra amistad y así lo hicieran su suelo y el mío bajo una tempestad; pero nuestras rarezas vieron el mar en este mundo alterno, y, provocando un oleaje bravo y tierno fueron la ballena que un día se sumergió en cada palabra mía para besarse sin besarse.

No la llames

No la llames indulgente que perdonó sólo lo que olvidó y lo que no olvidó es ahora transparente. Que sin quererlo, te dio y lo que te dio queriendo lo resiente. No la llames inocente si optó por dejar mudas tus palabras y oír floridas de otra gente. Si tu criterio obsoleto tu criterio delincuente la derribó como a un objeto a tus ojos, complaciente. No la llames simplemente, que un volcán ha estado creciendo sobre ese horror adolescente y lo que tiene hoy de guerrera lo tuviste de serpiente.

Alrededor

Alrededor de tus ojos dormidos, un cielo de lunares que quieren ser míos quieren lunar, en sueños, mis lugares. Desaparece todo donde lo hace tu aliento me pierde y perfuma laberinto de pinos. Donde no llega este viento el resto se esfuma.

Creamos

Creamos que todo lo que creamos cree quien lo crea crea quien lo cree es titiritero inmortal de nuestra percepción.

Distraídos

          Un rostro me mira, con la sonrisa discreta y el gesto tranquilo. Sus ojos café me duermen. Tiene un sabor particular, con el libro en medio, sabor a silencio, a tarta de manzana, a caricia que arrulla; lo tiene, a sentarse en piyama en la mesada y tomar un té. Imitando un domingo, sus pupilas cálidas se posan en mí, transparentes como mi ventana, una copa con agua, un vestido de gasa, mis emociones ansiosas. Entonces veo a través de esos ojos, y oigo el eco de las montañas y el eco de mi espíritu; el eco de ese libro, del arrullo, del invierno,  de las palabras pronunciadas ya muchas veces y del vuelo de una mariposa. - ¿Qué?- pregunto, como si cada mirada requiriera una explicación. - Nada, me distraes. - Dale, seguime leyendo.          El libro me reemplaza y quedo oyendo el sonido de su suave voz de oso y el de una pregunta que se sentó junto a mí a plantearme si el sabor a calma y el eco no provendrán de algún e...

Me diste tu miedo

Tus ojos ciegos son los ojos de quienes me miran y los cierran, y cierran puertas. Son los ojos que no miran la luna por temor de que sea como mirar el sol. Me diste la astilla de la puerta que rozó mi aliento y mis pestañas, la venda de una previa herida tuya, una flor blanca ya amarilla, que te devolvieron, la caricia aterrada, deja vú de un sol que miraste  y te cegó.

Anita, Vicente y el lamento

          La miró a los ojos, angustiado, esperando que Anita le devolviera la mirada, pero ella hizo algo mejor: le dedicó una suya más profunda y alegre. Alrededor de ellos crecían los pastizales, podían sentir el aroma de la pronta primavera y oír cada tanto el galope de caballos a lo lejos. A Vicente cada sonido le parecía como el de la aguja de un reloj malicioso, sincronizado a los latidos de su corazón apelmazado.           Anita había crecido en el campo. Huérfana, se había criado con el dueño de las tierras en que vivía, que, desde su nacimiento trece años atrás, la había alimentado y le había brindado un hogar. En sus ojos se veían los gestos dulces de los hombres, la belleza del mundo, la inocencia de los niños, el amor de las madres. Sus pestañas causaban el viento suave del aliento, su sencillez apaciguaba a quien se tomaba el tiempo de conocer su pureza. No conocía el rencor y, así algo torpe y falta de inteligencia, sab...

La pared- canción.

Un ladrillo en tu mano no es un buen augurio, de algún lado tiene que haber salido. Reviso mi muralla, ahí está el hueco frío, qué susto,  ya no me río. Son parte de mí el cemento, cada bloque, la enamorada del muro ahora me forma también el espacio vacío, espacio nuevo, espacio mío. Tirás abajo mi pared mientras la construyo con ese dulce lado tuyo, donde debería haber viento ahora está tu suspiro y ya no me río.

Hermana, espejo

Mientras se abrían tus manos las vi florecer, generosa. Cuando tu brazo acunó tu rostro con su perlita en medio te vi dormir, soñadora. Al asaltarte una emoción y nublarte el pensamiento vi cómo te llovieron las mejillas, sensible. Sintiéndote espejo en el momento en que negás ser vos y nos oponés en un abismo de diferencias, lamento sin risa haber sido quien lo creó, inspiración mía, ¿A quién fingía leer mis primeros cuentos?

Un sueño que me tuvo I

Pestañas de soñadora ya descansaban sobre un par de ojeras moradas. Había comenzado un nuevo falso espectáculo para nuestra protagonista, y de repente todo se había tornado oscuro para ella.  En su insostenible desesperación, Julieta intentó desasirse de una soga que había aparecido súbitamente aprehendiéndola a lo desconocido. Sus esfuerzos fueron en vano. Mejillas humedecidas. Una soga indestructible. Intentó mirar hacia atrás por su derecha. No pudo voltear el rostro para saber qué era lo que se encontraba detrás de su espalda, que no la dejaba escaparse, la mantenía atada. Un débil gemido se escapó de sus labios. Lo intentó nuevamente hacia la izquierda. Nada. Entonces recordó que sus manos estaban libres, y con todas sus fuerzas tomó el nudo de la soga, pretendiendo desatarlo. Pero sus manos temblorosas no le obedecieron y sólo lo anudaron más fuerte alrededor de su pequeña  cintura. Julieta, Julieta; no llores. ¿No ves que no es más que un nuevo falso espectáculo? L...

Estamos

           El tráfico. La lluvia. Los insectos. El jefe. La falta de dinero. La impuntualidad. El celular sin batería. Los días de menstruación. El despertador que no sonó. El desorden. La hipocresía. Eso que nos olvidamos en casa antes de salir. La injusticia. El colectivero que pasó de largo. La leche que se acabó. La contestación agresiva de un desconocido. La ropa que no se secó. La que se destiñó. La que se manchó con salsa. Esa persona que no volvió a llamar. El parcial desaprobado. El hábito que nos cuesta dejar. Pleno invierno. Pleno verano. La baldosa suelta. El que no comparte nuestra misma opinión. El dentífrico que dejaron destapado. Los vecinos. Los hermanos. Los padres. Eso que nos robaron. Eso que subió de precio. El agua que sale fría. Cabildo en hora pico.  (...)

La lluvia

En mi mundo se cree que la lluvia proviene de la risa de la tierra, pues la lluvia en lugar de caer asciende hacia el cielo: cuando la tierra ríe, siempre termina llorando. Si bien ésta es sólo una versión del millón que me han contado, conocer la razón de tanta agua ascendiendo acá no tiene tanta importancia como la tiene el disfrutarla. Cuando la primera gota emerge, el primero en sentirla bajo sus pies se dirige a toda prisa hacia el árbol más alto, sube y lo anuncia con una canción. Es entonces cuando la naturaleza despierta y nos informa que una fiesta está por arrimarse. He tenido la dicha de conocer otro mundo, donde la lluvia se desprende de las gotas de los árboles y cuando lo hace, toda la población se acerca hacia ellos brillando con su gracia, se arrodilla a sus pies y comienza una silenciosa ceremonia llena de armonía en donde la gente agradece no pasar sed. Es realmente maravilloso este último mundo que conocí. En él, uno de sus habitantes me comentó sobre un planeta m...