El monstruo
Le trae
rosas, el monstruo que le agrada,
que perturba
y huele delicioso
y
dulcemente envilece lo precioso
y sagrado de la caricia dorada.
Se asegura
de que quede intacta
su lágrima
del tamaño de una estrella
aún en el borde del ojo,
para ver cómo ella
se compadece
y se retracta.
Cruzando
las garras sobre el pecho
donde su
corazón inmenso desespera,
promete
encontrar la manera
de tornar
ameno lo que infausto ha hecho.
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