Nuestras rarezas
Como
ballenas que de un salto
cayendo
desde lo alto,
perturban el
mar en una ola ficticia
fue y no
fue esta caricia
como
aquellas imponentes,
de los
labios de nuestros años confidentes.
Me había
preguntado
qué si un
día nublado
camináramos
enredando las manos,
sólo por la
dicha de sentirnos cercanos
refugiarnos
los dedos en nuestra amistad
y así lo
hicieran su suelo y el mío bajo una tempestad;
pero
nuestras rarezas
vieron el
mar en este mundo alterno,
y, provocando
un oleaje bravo y tierno
fueron la ballena
que un día
se sumergió
en cada palabra mía
para besarse
sin besarse.
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