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Mostrando entradas de 2017

La pared azul

Atardecer azul que no abandona Fernando ya no te ve como solía, pues a plena luz del día te ocultás tras el nuevo horizonte. Aunque estando enfrente no te reconocía, quizás todavía le quedan tardes azules de balcón que entre tanto paredón color gris que veía le llamaba amaba su atención.

Wendy

Su silencio no se parecía en nada a este que necesito rellenar. Recuerdo haberle dicho: “quieta”, “muerta”; mientras la imagino en movimiento, viva, y agradezco que no haya entendido una palabra de lo que le decía. No entendía por qué me confortaba, pero lo hacía sin darse cuenta. No entendía que cuando mostrara los dientes, estaría sonriendo en mi lenguaje. No entendía que conectar nuestros ojos no era desafiante para mí, hasta que supo que mirarlos era lo que más me gustaba de nuestro vínculo –además de sus mano-patas (las delanteras), que separaba un poco alzando las orejas cuando estaba a punto de ir a buscar su trapo (o una media mía) a toda velocidad para que jugáramos, resbalándose siempre en el suelo de porcelana- y empezó a sostenerme la mirada: primero de una negra y fugaz vivacidad; después, de una serenidad verde y vidriosa, como un bosque a través de un ventanal empañado. Y no sólo lo dejó empañado, también abrió una puerta que con las patas no se puede abrir, que...

Tu boca

Tu boca en un beso inventó mi sonrisa. Your mouth Your mouth through a kiss invented my smile.

Alquilada

Carmelo es dueño de las manos de Eulalia mientras ella las usa, como quien alquila una casa y de a ratos la siente suya. Posee todo lo que es de ella: su pecho, sus piernas, voz, su dolor y ojos, y Eulalia los alquila.  No nació con la nuca que él tomaba al besarla, pero ahora no es más que la nuca que él tomaba al besarla. Tiene  sus palabras, le dio todas las que tenía, que se perdieron en el camino de su mente al olvido… pero que estarán en algún lado. Carmelo no robó nada, todo se lo dio ella, pensando que podrían compartirla lo que durara su vida, como si su cuerpo mismo fuera una extensión de todos sus recuerdos. Rented Carmelo owns Eulalia´s hands while she is using them, like renting a house and feeling it your own. He posseses everything that´s hers: her breast, her legs, her voice, her pain and eyes; and she rents them. She wasn´t born with the neck he used to hold to kiss her, but now it is nothing but the neck he used to hold to kiss her. He has her words,...

Café abandonado y frío

               Una princesa india parecía achinando los ojos. Se rió y me regañó mansamente al darle una flor que acomodó detrás de su oreja y delante de su sedoso pelo castaño, ese rincón sensible, que al tocarlo jamás se ruboriza, como lo hacen sus mejillas y las mías. Sabía que su boca indulgente quería ser mi refugio, mi humilde hogar, pero es, en verdad, un palacio, y amo recorrerlo. Como le gusta jugar, como un cachorro de pantera, dejé que me envolviera de fascinación y soltura, calidez y entusiasmo. Dejé que me diera un beso con olor a  jazmín cariñoso y breve en los labios, y luego otro intenso y eterno cuyo aroma no pude apreciar por estar mis sentidos inmersos en la confusión de estar besando a una mujer. Una de las más dulces, llena de gracia y belleza.                 Perceptiva y suave como es, puso distancia entre su rostro y el mío. Una distancia cor...
                Sí que te escucho.                 El lunes 20 de Febrero del año pasado, esperaban el tren en la estación de Lourdes, un alguien y vos, entre el cemento ardiente, y el sol fulgente de ese verano que pasaba, intercambiando gestos hastiados cada tanto por el calor que los oprimía y los volvía pegajosos. Recuerdo que me dijiste haberlo abrazado de todas formas durante algunos segundos, haber sentido cómo tu blusa colorada se alzaba un poco por el viento que acarreó el tren al llegar, y haberlo soltado luego, algo arrepentida. No había calor, dijiste, que les pudiera haber arrebatado el buen humor; no había frío, gesto, demora, postura política, religiosa, nada que pudiera contra los preciosos ojos dorados que te amaban, o contra tus ojos como perlas negras que lo amaban a él.                 A este alguien no le gust...

Lidia se va

     La panza de la pequeña Lidia se inflaba y desinflaba con desesperante velocidad, reteniendo y soltando las ganas angustiosas de rogar a su abuela que esperara, que le diera unos días, que no cerrara la puerta, que el diente se caería solo, o que podría sacárselo el tío Elías de alguna forma. -                                 -  “Ese diente molesta a los demás, y se puede infectar, por eso hay que sacarlo, chiquita. Esta es la forma más rápida. El ratón Pérez va a estar contento, te va a dejar moneditas para comprar las golosinas”.                 La tensión que impulsaba su rostro un poco más adelantado que el cuerpo hacia la dirección de la puerta –que causaba el hilo, atado a su diente como una piedrita blanca- le daba un miedo que apenas podía contener y que bloqueaba, incluso, la ruta de sus lágrima...

Contraria

Si me amara, no me enamoraría. Si me mirara, me volvería invisible; si me escuchara, quedaría muda; si me tocara, me atravesaría; si me abrazara, me encogería. Que cuente conmigo, así me ausento; que no me ofrezca, pues todo me hace falta; que quiera una caricia mía, que no tengo manos; que sienta mi aroma, para que mi perfume perezca; que espere mi cariño, pues no lo conozco. Me haría confiable si él desconfiara de mí, mas no confiaría si él fuera confiable; gritaría sobre su voz, que cante, que grite con fuerza, y cantaría yo por lo bajo. Que siga así, acá, que no existo que exista, que no sigo así, ni acá.

Glorieta

Depositando en un cuello, su aliento por tan sólo ese momento, y los siguientes, en que sonaba en un rincón el vehemente bandoneón, sintiéndose pequeña, como el universo, como el poder de un verso, se dejaba llevar                      vaya uno a saber a qué lugar; sumisa, sin recelo, arrastrando el suelo. Durante un tango, en la glorieta se desvanecía su silueta.