El monstruo
Le trae rosas, el monstruo que le agrada, que perturba y huele delicioso y dulcemente envilece lo precioso y sagrado de la caricia dorada. Se asegura de que quede intacta su lágrima del tamaño de una estrella aún en el borde del ojo, para ver cómo ella se compadece y se retracta. Cruzando las garras sobre el pecho donde su corazón inmenso desespera, promete encontrar la manera de tornar ameno lo que infausto ha hecho.