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Mostrando entradas de mayo, 2016

Me diste tu miedo

Tus ojos ciegos son los ojos de quienes me miran y los cierran, y cierran puertas. Son los ojos que no miran la luna por temor de que sea como mirar el sol. Me diste la astilla de la puerta que rozó mi aliento y mis pestañas, la venda de una previa herida tuya, una flor blanca ya amarilla, que te devolvieron, la caricia aterrada, deja vú de un sol que miraste  y te cegó.

Anita, Vicente y el lamento

          La miró a los ojos, angustiado, esperando que Anita le devolviera la mirada, pero ella hizo algo mejor: le dedicó una suya más profunda y alegre. Alrededor de ellos crecían los pastizales, podían sentir el aroma de la pronta primavera y oír cada tanto el galope de caballos a lo lejos. A Vicente cada sonido le parecía como el de la aguja de un reloj malicioso, sincronizado a los latidos de su corazón apelmazado.           Anita había crecido en el campo. Huérfana, se había criado con el dueño de las tierras en que vivía, que, desde su nacimiento trece años atrás, la había alimentado y le había brindado un hogar. En sus ojos se veían los gestos dulces de los hombres, la belleza del mundo, la inocencia de los niños, el amor de las madres. Sus pestañas causaban el viento suave del aliento, su sencillez apaciguaba a quien se tomaba el tiempo de conocer su pureza. No conocía el rencor y, así algo torpe y falta de inteligencia, sab...

La pared- canción.

Un ladrillo en tu mano no es un buen augurio, de algún lado tiene que haber salido. Reviso mi muralla, ahí está el hueco frío, qué susto,  ya no me río. Son parte de mí el cemento, cada bloque, la enamorada del muro ahora me forma también el espacio vacío, espacio nuevo, espacio mío. Tirás abajo mi pared mientras la construyo con ese dulce lado tuyo, donde debería haber viento ahora está tu suspiro y ya no me río.

Hermana, espejo

Mientras se abrían tus manos las vi florecer, generosa. Cuando tu brazo acunó tu rostro con su perlita en medio te vi dormir, soñadora. Al asaltarte una emoción y nublarte el pensamiento vi cómo te llovieron las mejillas, sensible. Sintiéndote espejo en el momento en que negás ser vos y nos oponés en un abismo de diferencias, lamento sin risa haber sido quien lo creó, inspiración mía, ¿A quién fingía leer mis primeros cuentos?

Un sueño que me tuvo I

Pestañas de soñadora ya descansaban sobre un par de ojeras moradas. Había comenzado un nuevo falso espectáculo para nuestra protagonista, y de repente todo se había tornado oscuro para ella.  En su insostenible desesperación, Julieta intentó desasirse de una soga que había aparecido súbitamente aprehendiéndola a lo desconocido. Sus esfuerzos fueron en vano. Mejillas humedecidas. Una soga indestructible. Intentó mirar hacia atrás por su derecha. No pudo voltear el rostro para saber qué era lo que se encontraba detrás de su espalda, que no la dejaba escaparse, la mantenía atada. Un débil gemido se escapó de sus labios. Lo intentó nuevamente hacia la izquierda. Nada. Entonces recordó que sus manos estaban libres, y con todas sus fuerzas tomó el nudo de la soga, pretendiendo desatarlo. Pero sus manos temblorosas no le obedecieron y sólo lo anudaron más fuerte alrededor de su pequeña  cintura. Julieta, Julieta; no llores. ¿No ves que no es más que un nuevo falso espectáculo? L...

Estamos

           El tráfico. La lluvia. Los insectos. El jefe. La falta de dinero. La impuntualidad. El celular sin batería. Los días de menstruación. El despertador que no sonó. El desorden. La hipocresía. Eso que nos olvidamos en casa antes de salir. La injusticia. El colectivero que pasó de largo. La leche que se acabó. La contestación agresiva de un desconocido. La ropa que no se secó. La que se destiñó. La que se manchó con salsa. Esa persona que no volvió a llamar. El parcial desaprobado. El hábito que nos cuesta dejar. Pleno invierno. Pleno verano. La baldosa suelta. El que no comparte nuestra misma opinión. El dentífrico que dejaron destapado. Los vecinos. Los hermanos. Los padres. Eso que nos robaron. Eso que subió de precio. El agua que sale fría. Cabildo en hora pico.  (...)

La lluvia

En mi mundo se cree que la lluvia proviene de la risa de la tierra, pues la lluvia en lugar de caer asciende hacia el cielo: cuando la tierra ríe, siempre termina llorando. Si bien ésta es sólo una versión del millón que me han contado, conocer la razón de tanta agua ascendiendo acá no tiene tanta importancia como la tiene el disfrutarla. Cuando la primera gota emerge, el primero en sentirla bajo sus pies se dirige a toda prisa hacia el árbol más alto, sube y lo anuncia con una canción. Es entonces cuando la naturaleza despierta y nos informa que una fiesta está por arrimarse. He tenido la dicha de conocer otro mundo, donde la lluvia se desprende de las gotas de los árboles y cuando lo hace, toda la población se acerca hacia ellos brillando con su gracia, se arrodilla a sus pies y comienza una silenciosa ceremonia llena de armonía en donde la gente agradece no pasar sed. Es realmente maravilloso este último mundo que conocí. En él, uno de sus habitantes me comentó sobre un planeta m...

Voces mudas

Ella, sentada sobre la mesa del desayunador, notó que él la miraba mientras sus dedos jugueteaban con una servilleta que yacía junto a ella. Con manos blancas de marfil él giraba la servilleta, retorciéndola, dándole forma, hablando de amor sólo a través del gesto. -         ¿Me decís la verdad?- le preguntó ella mientras hacía que sus tobillos se movieran como si fueran bailarines de ballet, con una gracia inexpresable, al ritmo de una exquisita pieza de amor, interpretándola aún mejor que mencionados bailarines. Él se llevó la mano a la parte posterior de la cabeza, revoloteándose un poco el cabello con sus dedos, a punto de encontrar las palabras adecuadas. En un gesto de puras ansias, ella se abrazó las piernas, quedando aún más pequeña y sintiéndose más pequeña en la espera de las palabras adecuadas de él. -         Vos decime la verdad. Ella se mantenía erguida y soñadora, moviendo las piernas q...

Despertar

Gotas suicidas del tamaño de canicas se estrellaban ruidosamente contra la puerta de vidrio que ocupa toda una pared de su habitación, a la vez que los relámpagos hacían una visita fugaz cada algunos minutos.  El día anterior ambas habían tenido un intenso vuelo, así que ahora dormían, mientras la vista del exterior las observaba mojada, de semblante gris y risueño.  No está tan mal: desde el piso más alto del destartalado edificio puede verse el cielo como a la altura de un roce con la mano desde el techo y las paredes de cristal y, con un poco de esfuerzo, puede uno apreciar cierta belleza en los otros edificios. Casi tan altos e igual de lúgubres, cuentan con amplias ventanas de formas variadas y puertas por piso, que dan al aire, claro. Rara vez se ven cortinas, y aún menos se ven balcones, pero el encanto de las construcciones está en sus paredes y puertas cristalizadas. En el cuarto no hay un solo mueble. Sólo embellecen la habitación un colchón de dos plazas cubier...

Madre

Madre belleza madre protección de pajaritos en la cabeza que hace todo con pasión. Madre creativa, madre generosidad siempre tan llena de vida firme siempre en la tempestad. Madre de flores secas de sisaya y anilladora heredé de vos mis muecas, madre de risa encantadora. Me enseñaste a ser fiel a mis principios, ideales a defenderlos a flor de piel, a ver a todos como iguales. Me enseñaste a desprenderme de las cosas materiales, a compartir sin detenerme y ver cómo se esconden las llaves. Nunca dejás de escucharme y en todo momento me amás siempre estuviste para aconsejarme no puedo pedir nada más.

El sueño

El café me quita el sueño me quita el sueño el miedo a la oscuridad la fiesta del vecino me quita el sueño también me lo quita la alarma de un auto a lo lejos los borrachos que pasaron cantando un mosquito en mi oído tener hambre a la madrugada todo eso me quita el sueño                                      que el recuerdo de aquel beso                                      me devuelve.

En tres días

En tres días Un colibrí gorgirrubí batió sus alas más de doscientas mil veces Del ciruelo de jardín de Mei Ling asomaron bellísimas flores Dos viejas hermanas que estaban distanciadas hicieron las paces Leí las cuatrocientas páginas de un libro Francois se dio cuenta de que sí quiere ser padre El verdulero del barrio de Marcela le sonrió a numerosas personas Una mariposa azul reencarnó en mariposa tres veces Un correntino caminó trescientos pasos atravesando el campo para ir a trabajar Una profesora de África pestañeó sesentamil veces Cayeron incontables gotas desde el cielo nublado de Londres. En tres días dos personas pueden enamorarse.

Es

Es mi pesadilla de la conciencia. Es la indiferencia que hace la diferencia. Es el cuco de debajo de la cama que duerme al lado mío. El aire que respiro cuando me estoy ahogando. (...)

Él no es él

Él no es él con las manos en los bolsillos parpadeo de ave blanca abrigado hasta las orejas esperando a que apareciera quien yo era. Sus ojos se mecen con el tamborileo de sus caderas y ya había dejado de ser él como lo era al comienzo, voy dejando yo de ser yo desaparezco en tan sólo un parpadeo de ave blanca.

Aire dorado

Dialoga con su boca. Escruta su mente. Acomoda su pelo como la osadía en su rostro, que lo dispone a bailar un tango, con la compostura del que huele los halagos e ignora el crujir del rechazo. Cubre todo de oro, volviéndolo todo más pesado. Se asegura de que quede intacta su lágrima del tamaño de una estrella aún en el borde del ojo, para ver cómo ella se retracta, cruzando las garras sobre el pecho, donde su corazón de bestia retumba.

Quedarme

¿Cómo hago para quedarme Y fundirme en su rostro como su primer arruga la primer cana de las cejas inadvertida y sustancial hasta que el aroma silencioso de abuela la cubra como al fuego y la apague?

Niña diamante

Niña descalza, niña nublada derramaste una lágrima que explotó en mi ventana aquella mañana lluviosa. Niña fantasma que atravesaste mi corazón con tu mano resoplaste con angustia y alborotaste mi pelo aquella tarde ventosa. Niña invisible te llevo conmigo fuiste diamante en aquel tren desvencijado y ahora mi alma resplandece. Juguemos a que sos pequeña hasta que el brillo de esta luna se apague otra vez.

Juguete a cuerda

Sus zapatos de plástico quedan atrás, y su cuerpo se rehúsa a seguir siendo su cuerpo, la boquita pintada no sonríe y las rodillas rígidas corren detrás tuyo en la noche y no avanzan. Decirte lo que no pudo decirte que no puede decirte, que podría decirte si en lugar de dar cuerda, a su cabecita de eco, la supieras viva.

Saquito de noche

Cruzo los brazos para contener mis codos a través de un abrazo infinito de terciopelo negro. Y mientras prosigue el tiempo con su áspero trabajo en movimiento, desaparezco unos instantes inmersa en su roce. Imán para la piel a la intemperie, es tibia textura de dos caras como el gato de una bruja que se estremece al ser tocado a contrapelo. Se puede ver una alineación de estrellas tan clara y presente en mi saquito de botones de plata, que es como el cielo nocturno al alcance de un abrazo. La obscura tentación del tacto, reina del bello capricho podría andar desnuda llevando sólo esta prenda que la envuelve y hechiza.

Farolito

Su mirada poética camina alejándose incluso cuando sus ojos se acercan. Me dispongo a brillar farolito expectante entre la arboleda para atraerlo hacia mí. Al príncipe ciego del palacio encantador. Sus sentidos descalzos se posan en la tierra, una hoja de bronce que recién cayó en la obscuridad de este paisaje que sólo me esconde a mí.

Mi pájaro de fuego y calma

Vuela mi risa en este momento, se sacude de un lado a otro al ritmo del viento, y no sé si es el clima, o son sus alas. Mi mano se mece hacia arriba y hacia abajo por el peso de su cuerpo, y mis oídos quedan hipnotizados con su canto especial y profundo capaz de adormecer a las fieras, hacer hablar a los mimos y darle a las mariposas un día más de vida. Sus plumas rojas parecen fuego en su movimiento, que aparece sólo en sueños, y despide chispas que se hacen luces en el aire y se convierten en estrellas.                 Cuando yo lo llamo, mi pájaro acude. Fiel y constante siempre, incluso siendo libre de no acudir. A él no le importan mis jeans sucios y mi camiseta blanca desprolija, ni mi pelo despeinándose con el viento que exhibe su vuelo dorado; a él le importan mis ojos, cuando ven belleza y no la hay, cuando confío en las hienas después de haberme traicionado, cuando extiendo mi mano una eternidad y nadie la toma.       ...

Brutal

Así llegó,             brutal, el principio del fin de los principios. Expuesta,              brutal, la sexualidad de sensualidad, carente. O carente en absoluto. Perdida, degradada, se escupe, se olvida; se convierte en ponerse una media, el piel entrando en el zapato, que uno se quita luego de trabajar y tira la media sucia en el cesto. Los gérmenes de un beso quedan         seis meses en el organismo. Los gérmenes de un acto expuesto, ensuciado y manoseado como una herida sangrante infectada,         no llegan nunca a su fin como lo hacen estos principios que      nebulosos                                 ya no existen.

Alberto

Su corazón, pequeña avellana, incapaz de toda emoción que su instinto nublado no dicte, sencillez infinita, alada le ayuda a borrar todo conflicto como el agua de lluvia desvanece las lágrimas o las oculta. Alberto se acerca desde lo gris, me respira y cuando me ve, con ojitos mojados si me mira, saco el paraguas del olvido ya comienzo a despedirme pues sus pensamientos son fugaces, sus recuerdos, invisibles y sus palabras, oídos para las mías, son silencio. Son esa ave que planea desde lo alto tan sola Que desaparezca pero por algún lugar a mi alrededor, donde pueda yo sentir el vuelo de sus mudos pensamientos despeinarme.

Temporal

Como un globo que perdió el temporal se refugió en mi ris, se escabulló entre mi ropa, entre mis palabras. Y fue su tacto refugio mío descansé en su voz, me escondí en el aroma de su cuello, hasta alivianarme como un globo en el temporal.

Esta máquina de escribir

Esta máquina de escribir tipeó: “Hola, ¿Qué tal? Luego se fijó en tu boca y tipeó algo sensual. Se quedó sin letras cuando sintió tu beso, mas ante tu primer suspiro surgieron muchas. Un paso hacia atrás y tipeó el miedo, la indiferencia forzada y un punto aparte disfrazado de final. Apareció enseguida inventando anagramas para evitar tu nombre. Como no te habías ido, cedió como recostándose en tu pulso perfumándose con tu respiración tartamudeando tus palabras al hacer tinta la frase: ”Es mutuo".