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Mostrando entradas de 2019

Besos desde el cielo

La lluvia se evapora esta mañana, y su aliento me llena la boca mientras lo miro, mi perfume le enreda el bosque del pelo   y cruza su piel con la mía; abundantes palabras de dos letras no significan nada fuera de los suaves rincones que habitan el sabor del fuego, la tensión de sus brazos,   los pliegues de mis rodillas, y de las sábanas, el instante de mi pausa que él ocupó toda y cuatro manos de plumas que con los roces se elevan y quieren abarcar todo como garras mientras el delirio devora a la razón, desarmada, complacida. Donde su cadera exista, estará la mía y yendo y viniendo encima me latirá su corazón galopando en el terreno tibio de un pecho desnudo que no es el mío porque lo obedece, y es la línea de mi nuca el dominio de unos labios que no son suyos porque mi nombre los desata. ¿A dónde vamos sin querer llegar? Los bordes de nuestros dientes se lanzan, gruñen y se dejan; por los bordes de sus dedos me ca...

Corona del océano

Mientras acomodás una corona en mi cabeza, rey, y bruñís el oro de los laureles, lo nuestro ya tiene su epitafio. El océano es inmenso y me reclama la corona, ¿Cómo podés quererme con los besos naufragando? Con todo eso que cae de nuestra visión o nuestro tacto, ya rozando con manos pálidas el polvo suave   de su profundidad.

Soy el pasado de un fuego azul

I. Adiós a la joven del té de rosas, al vestido de seda y los tobillos, a la sonrisa impermeable, las muñecas de cristal. Me susurra en sueños, esculpida en piedra, la diosa de perfume que se sigue y persuade, con estrellas bajo los ojos. Tropezar es impensado. Cuando llora sólo se nota por sus gotas diamantinas. Disculpa y olvida. Sabe y no lo dice. II. Calla su boca y las palabras la entienden, y callan sus manos, y se sienten adoradas. El sol, en sus ojos, en cada hilo de su cabello, en sus livianos pies descalzos. Cuando sueña, la blanca e inmortal lo hace apenas sonriendo, y sus labios se separan para exhalar un suspiro: es los pájaros liberados en un amanecer reflejado en sus mejillas. Escaleras infinitas atraviesan las nubes y sólo las usan los ángeles. III. Con mil narcisos jamás, jamás, la alcanzo. Con los pájaros refugiados durante la noche de tormenta jamás, jamás la alcanzo. Con un bosque espeso sin senderos, jamás, jamás la alcanzo. Con el orgullo in...

Sin aire para volver

Es la noche, los colmillos, el precipicio, las yemas de mis dedos casi rozando su voz, casi. La deliciosa pesadilla de poseer demasiado en manos pequeñas, de asomarme apenas y ser suya al segundo  soy boquita tentada, mentón tomado  que al amparo de lo pendiente le da todo y con todo se queda, lo ahogo con lágrimas y así lo confundo para tener una angustia que justifique el miedo de ir a lo oscuro de un océano de estrellas sin aire para volver.

Humo

Me muestra su fuerza mientras desaparezco me amordaza el encierro de olvidarme, éramos dos antes. Para que se mire al espejo ahora soy traslúcida. Atraviesa en estampida mis venas de niebla, de humo mis manos temblorosas y sonrío como un espectro, sonrío siempre para que no se vaya. Soy lo que era y por eso ya no soy, intento imitar lo que recuerdo de mí. Ya como el agua, reflejo de Narciso, como el eco del silencio no soy nada.

Casi nunca

Es un libro casi nunca cuando es abierto y leído a veces,  y las líneas de sus manos, los pensamientos, las intenciones. Es un libro casi nunca con polvo en el estante de lejos  hojeando algo moderno que entibia su falda. Como un corazón se quiebran las hojas otoñales si se las dobla por la mitad, y en esa época de hojas muertas, él es un libro casi nunca.