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Mostrando entradas de agosto, 2019

Besos desde el cielo

La lluvia se evapora esta mañana, y su aliento me llena la boca mientras lo miro, mi perfume le enreda el bosque del pelo   y cruza su piel con la mía; abundantes palabras de dos letras no significan nada fuera de los suaves rincones que habitan el sabor del fuego, la tensión de sus brazos,   los pliegues de mis rodillas, y de las sábanas, el instante de mi pausa que él ocupó toda y cuatro manos de plumas que con los roces se elevan y quieren abarcar todo como garras mientras el delirio devora a la razón, desarmada, complacida. Donde su cadera exista, estará la mía y yendo y viniendo encima me latirá su corazón galopando en el terreno tibio de un pecho desnudo que no es el mío porque lo obedece, y es la línea de mi nuca el dominio de unos labios que no son suyos porque mi nombre los desata. ¿A dónde vamos sin querer llegar? Los bordes de nuestros dientes se lanzan, gruñen y se dejan; por los bordes de sus dedos me ca...

Corona del océano

Mientras acomodás una corona en mi cabeza, rey, y bruñís el oro de los laureles, lo nuestro ya tiene su epitafio. El océano es inmenso y me reclama la corona, ¿Cómo podés quererme con los besos naufragando? Con todo eso que cae de nuestra visión o nuestro tacto, ya rozando con manos pálidas el polvo suave   de su profundidad.

Soy el pasado de un fuego azul

I. Adiós a la joven del té de rosas, al vestido de seda y los tobillos, a la sonrisa impermeable, las muñecas de cristal. Me susurra en sueños, esculpida en piedra, la diosa de perfume que se sigue y persuade, con estrellas bajo los ojos. Tropezar es impensado. Cuando llora sólo se nota por sus gotas diamantinas. Disculpa y olvida. Sabe y no lo dice. II. Calla su boca y las palabras la entienden, y callan sus manos, y se sienten adoradas. El sol, en sus ojos, en cada hilo de su cabello, en sus livianos pies descalzos. Cuando sueña, la blanca e inmortal lo hace apenas sonriendo, y sus labios se separan para exhalar un suspiro: es los pájaros liberados en un amanecer reflejado en sus mejillas. Escaleras infinitas atraviesan las nubes y sólo las usan los ángeles. III. Con mil narcisos jamás, jamás, la alcanzo. Con los pájaros refugiados durante la noche de tormenta jamás, jamás la alcanzo. Con un bosque espeso sin senderos, jamás, jamás la alcanzo. Con el orgullo in...