Besos desde el cielo
La lluvia se evapora esta mañana, y su aliento me llena la boca mientras lo miro, mi perfume le enreda el bosque del pelo y cruza su piel con la mía; abundantes palabras de dos letras no significan nada fuera de los suaves rincones que habitan el sabor del fuego, la tensión de sus brazos, los pliegues de mis rodillas, y de las sábanas, el instante de mi pausa que él ocupó toda y cuatro manos de plumas que con los roces se elevan y quieren abarcar todo como garras mientras el delirio devora a la razón, desarmada, complacida. Donde su cadera exista, estará la mía y yendo y viniendo encima me latirá su corazón galopando en el terreno tibio de un pecho desnudo que no es el mío porque lo obedece, y es la línea de mi nuca el dominio de unos labios que no son suyos porque mi nombre los desata. ¿A dónde vamos sin querer llegar? Los bordes de nuestros dientes se lanzan, gruñen y se dejan; por los bordes de sus dedos me ca...