Sombría vieja
Mientras sus manos son dos arañas cuyas patas me recuerdan sus pestañas, las grietas de su piel son las del mundo y han cavado aún más profundo. Con su mirada loca y fugaz, de la huida perfecta es capaz porque ni el sol ni la luna, ni luz alguna la quiere señalar de lejos, y en la noche, se le escapan los espejos. Le quedó uno, el más fiel: los ojos de aquél que le dijo: "Al abrir tu boca y decir una rareza tus palabras son tibieza; Café, susurro, caricia y manta. Amiga, tu dulzura es tanta que a los tontos los espanta".